28/1/09

In memoriam F.

Cuando te conocí F., me parecías el personaje de un cuento. Pero en aquel entonces no pensé que alguna vez escribiría sobre vos. Conociéndote sé, que de alguna forma, vas a leer esto. Solo espero que no te desagrade.

F. leía de todo. Era lo que se dice un lector omnívoro. Al principio me parecía algo normal debido a su naturaleza intelectual. No hacía distinciones entre géneros; novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos, prólogos, epílogos, periódicos, cartas, emails, mensajes de texto. Todos los que lo conocimos lo recordamos con un libro en las manos, ajeno al mundo exterior, puesto que para él, creo yo, el mundo exterior no existía en el momento de la lectura.
Yo lo conocí en la facu y siempre admiré su capacidad de lectura ¿Cuantas veces no lo había visto con dos o tres libros en el mismo día? Yo lo admiraba y lo envidiaba. Nunca había encontrado alguien que leyera así.

Un día de esos, cuando llegaba a la facu, lo encontré en un banco, por supuesto, leyendo.
A la pucha!-le dije- Cómo leés vos che!
Él me miró asustado como si no me conociera, luego solo sonrió y siguió leyendo. Yo sabía que cuando estaba así lo mejor era no molestarlo.
La misma tarde, cuando salí al receso lo busqué. Estaba en el mismo banco, pero cuando me acerqué pude ver que ya estaba por el final de otro libro bastante voluminoso. Creo que era una novela de Balzac. Me senté a su lado, encendí un cigarrillo y me quedé mirando el suelo.

¿Estará demás decir que yo era su único amigo? Así era. Al menos yo me consideraba su amigo. Quizá el no me necesitaba, después de todo él tenía los libros.

Yo empecé a preocuparme cuando se puso a leer todo lo encontraba. Y con todo quiero decir todo. Una vez esperé una hora a que saliera del baño de la facu. Primero pensé que estaba cagando, luego pensé: este se esta pajeando.

Qué lo que tanto hacías, viejo - le dije cuando al fin salió - Te estabas pajeando pio? Y me reí.

Él sonrió con una sonrisa cansada.

No - me dijo - Leía.

- Qué lo que leías viejo?

-Y...las graffittis de las puertas - dijo leyendo mi remera.

Los últimos días que lo ví recuerdo que se pasaba largos minutos leyendo los afiches de las paredes, los carteles, cualquier papel que encontrara en el suelo. La gente lo miraba de reojo y reía por lo bajo.

Un día F. no apareció. Luego dos y tres. LLamé a su casa. Cuando pregunté por él hubo un silencio largo, incómodo. Su vieja me contó y yo me quedé mudo, creo que sollozaba del otro lado.
Un accidente. Iba leyendo por la calle y cruzó Mcal. López sin mirar. Pero yo me pregunto ¿Para qué iba a mirar si esas calles, si ese auto que no se detuvo en realidad no existían? Por mucho tiempo no leí. Y cuando leía un cartel, un mensaje, un email; siempre me acordaba de F.
Cada tanto voy a visitarlo y por supuesto, siempre, llevo un libro conmigo.

2 comentarios:

rubén dijo...

me gusta esta tu prosa...
(phormo) es la palabra que me aparece como código para habilitar este comentario.. me recordó a un soneto tuyo..

Marcelo Gill dijo...

Jajajajaja Gracias Ben!=)