Hace unos días ayudé a un hombre ciego a cruzar la calle. Nunca antes me había sentido tan útil. Sujeté al señor de su brazo izquierdo y por unos segundos, en medio de ese tráfico caudaloso, sentí la terrible responsabilidad de tener una vida en mis manos.
- Gracias amigo - dijo el hombre que nunca verá mi cara, cuando lo dejé en la otra vereda.
Seguí caminando y pensando en ese hombre alto y solo, que espera en cada esquina de ese laberinto de ruidos, alguna ayuda anónima.
Pensé también en Borges, inevitablemente.
Cuestionario literario: Clara Obligado
Hace 8 años
5 comentarios:
seguro
te odio con ternura
ojos que no ven
calles q se temen
juju
E`a... ... ...ahhhh! Ya entendí! jajaja
Ojos que no ven por delante, corazón que no siente por detrás...jajajaja
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